Nuevo Obispo de la Diócesis de Socorro y San Gil, tomará posesión este sábado 22 de febrero 2020

Este sábado 22 de febrero  de 2020, el nuevo Obispo de la Diócesis de Socorro y San Gil, Monseñor,  Luis Augusto Campos Flórez, quien recibió la orden episcopal el pasado 8 de febrero en la catedral Primada de la ciudad de Bogotá, tomará posesión canónica de la jurisdicción eclesiástica para la cual fue nombrado por su santidad el Papa Francisco el pasado 12 de diciembre de 2019.

La Santa Misa de posesión será a las 10 de la mañana en la catedral de San Gil.  Celebración a la que están invitados todos los fieles de las distintas parroquias, encabezados por sus sacerdotes, diáconos, seminaristas y religiosas a acoger al nuevo Pastor diocesano que estará haciendo las veces de Cristo en la tierra, conduciendo al rebaño por el camino de la salvación eterna.

 

Al día siguiente domingo 23 de febrero, tomará también posesión el la Basílica menor Nuestra Señora del Socorro, Co-catedral en la Santa Mida de 10am.

 

Es de recordar que es de la fe católica que los obispos son de institución divina. En la jerarquía de orden poseen poderes superiores a los de los sacerdotes y diáconos; en la jerarquía de jurisdicción, por voluntad de Cristo, son designados para el gobierno de una porción de los fieles de la Iglesia, bajo la dirección y autoridad del Sumo Pontífice, quien puede determinar y restringir sus poderes, pero no eliminarlos. Son los sucesores de los Apóstoles, aunque no poseen todas las prerrogativas de éstos (Concilio de Trento, Ses. XXIII, cap. IV; Can. VI, VII. Vea Colegio Apostólico). El episcopado es monárquico. Por la voluntad de Cristo, la suprema autoridad en una diócesis no pertenece a un colegio de sacerdotes o de obispos, sino que reside en la sola personalidad del jefe.

 

De modo general son tres las funciones de un obispo: Enseñar, Santificar y Gobernar.

Enseñar. Los obispos tienen él deber de anunciar a todos el Evangelio de Dios, según el mandato que nos dejó Cristo de ir por todo el mundo para predicar el Evangelio.

El oficio del obispo, en materia de enseñanza no es sólo el de la predicación, el de dar a conocer la palabra de Dios. Debe también vigilar para que esta palabra de Dios no sufra desviaciones y fallos para que de este modo quede garantizada a todos los fieles la posibilidad objetiva de profesar sin error la fe auténtica.

Para cumplir este servicio Cristo ha dotado a los obispos la infalibilidad cuando ejercen su ministerio con el sucesor de Pedro, sobre todo en un concilio ecuménico.

Esto no quiere decir que los obispos sean infalibles, sino que la asistencia divina les es concedida cuando enseñan en comunión con el sucesor de Pedro, el obispo de Roma, Pastor de toda la Iglesia, una enseñanza que conduce a una mejor inteligencia de la Revelación en materia de fe y de costumbres. Todos nosotros debemos adherirnos a las enseñanzas de los obispos cuando enseñan en comunión con el Romano Pontífice.

Santificar. La Eucaristía es el centro de la vida de la Iglesia particular. Por lo tanto, al obispo le toca ser el administrador de la gracia del sumo sacerdote, en particular en la Eucaristía que él mismo ofrece o cuya oblación asegura por medio de los presbíteros (sacerdotes).

Además, el obispo, junto con los presbíteros (sacerdotes) santifican la Iglesia con su oración y su trabajo, por medio del ministerio de la palabra y de los sacramentos. Hay que recordar que el obispo es el ministro ordinario del sacramento de la confirmación.

Los obispos generalmente gobiernan en una porción de territorio que se llama diócesis. Las diócesis se forman de acuerdo a características similares de personas, cultura, costumbres, lenguaje.

A su vez, las diócesis de un país o territorio determinado forman las Conferencias Episcopales.

Gobernar, teniendo como modelo a Cristo, Buen Pastor y no de acuerdo a los criterios humanos del poder. Gobernar buscando ante todo el bien de las almas a él encomendadas.

En esta misión de gobernar deberá ver en esas almas a verdaderos hermanos a los que deberá guiar, ayudar y, llegado el caso, corregir por el bien de ellos. Un padre, cuando ve que su hijo se equivoca, lo corrige. Y no podemos tildar a ese padre de tirano o intolerante.

El Obispo buscará en todo y sobre todo el bien de sus súbditos y por ello deberá dictaminar lo que mejor corresponda a su bien espiritual.

Informa Gustavo Ardila.