Desde hace 37, años cada 23 de julio, se festeja el Día Mundial de las Ballenas y los Delfines, anteriormente conocido como el Día Mundial Contra la Caza de Ballenas, para crear conciencia sobre la caza indiscriminada y la importancia de la protección de estos cetáceos.
Cetáceos en peligro
Desde 1986, cada 23 de julio se dedica a las ballenas y los delfines porque están entre los mamíferos marinos más perseguidos del mundo, por varias razones. El claro propósito de instaurar este evento es detener de una vez por todas, las agresiones que sufren estos animales y que han puesto a varias especies en grave peligro de supervivencia.
Estos cetáceos son mamíferos placentarios y pulmonados, que viven en comunidades y aunque sus costumbres son muy diferentes en cuanto a comportamiento, forma de vida y alimentación, las ballenas y los delfines tienen muchas similitudes importantes y un enemigo común: el ser humano.
¿Qué amenazas sufren los delfines y ballenas? Sin duda alguna la caza es su peor pesadilla. A las ballenas se las captura para comercializar su carne (muy apreciada por el público japonés), su aceite (ampliamente utilizado de forma industrial), el ámbar gris (empleado como fijador en la fabricación de aromas y perfumes), el espermaceti (denominado “blanco de ballena” y muy valorado en cosmética) y las glándulas endocrinas (para extraer vitaminas y hormonas).
A los delfines se los caza por su carne (de gran valor para la gastronomía japonesa y sur asiática), para lo cual se los arría hasta los mataderos, donde mueren desangrados tras ser apaleado y degollados. Los que tienen más “suerte” acaban sus días en cautiverio, como mascotas de coleccionistas caprichosos y adinerados o en delfinarios, haciendo piruetas junto a las orcas, cambiando su libertad y dignidad por el disfrute barato de algunos humanos.
La eufemísticamente denominada “captura secundaria” es un efecto colateral de la pesca indiscriminada, es decir del modo más insostenible de capturar peces que existe. Los delfines y las ballenas, (además de otros muchos animales pulmonados) se ven atrapados en redes fijas o de arrastre y al no poder subir a la superficie a respirar, mueren ahogados.
Las ballenas, debido a su gran tamaño suelen colisionan con los barcos y muchas fallecen a causa de las heridas recibidas. Los delfines también sufren este tipo de “accidentes”, que son ocasionados en gran medida por que los sistemas de geolocalización de los barcos interfieren con los suyos propios, desorientándolos y dejándolos a la deriva.
La acidificación de los océanos, la disminución de los niveles de salinidad, la contaminación, la polución plástica o los derrames de sustancias químicas (petróleo, combustibles y un largo etc.) se suman a la pérdida de hábitat y a la falta de alimentos por causa de la sobrepesca y hacen que, por nuestra culpa la supervivencia de las ballenas y los delfines sea cada día más difícil y poco probable.
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