Hoy 4 de Agosto Charalá con su corregimiento Riachuelo, Coromoro y su corregimiento Cincelada, Ocamonte y Encino conmemoran los 204 años de la Batalla del Río Pienta que tuvo ligar el 4 de agosto de 1819 en Charalá, donde más de 300 personas sacrificaron sus vidas por la libertad de Colombia. 204 años después se reconoce como un hecho definitivo para el triunfo del libertador Simón Bolívar.
En la Batalla del Pienta un poco más de 300 personas cayeron en desigual batalla, cuando hombres y mujeres de Charalá, Coromoro, Cincelada, Riachuelo, Encino y Ocamonte retuvieron y se enfrentaron con piedras, garrotes y machetes al gobernador de la provincia de Socorro, Lucas González, considerado el más sanguinario de la Colonia Española. Este sacrificio valio la pena cuando cuando a la salida de Lucas González de Charalá con sus hombres por Duitama, se encontraron con un emisario que les notificaba la derrota de Barreiro y el triunfo de Bolívar.
Por el Historiador Edgar Cano al Diario el Tiempo
El municipio de Charalá, al sur del departamento de Santander, alberga en sus valles los cauces de los ríos Pienta y Táquiza, despensa hídrica e histórica del pueblo, pues es allí en el Puente el sobre el río Pienta donde hace 204 años, el 4 de agosto de 1819, ocurrió la batalla de la que el país poco conoce, y fue fundamental para el triunfo de Simón Bolívar en el Puente de Boyacá tres días más tarde.
Entre las más olvidadas hazañas populares y sacrificio sin antecedentes realizado por una población, se encuentra la Batalla del Pienta, o para algunos considerada mejor Masacre de Charalá, ocurrida el 4 de agosto de 1819 y hoy se conmemoran 200 años, que dio como resultado que las numerosas tropas españolas que se enfrentaron de manera criminal con la población, no pudieran acudir a reforzar las tropas al mando del coronel Barreiro, que tres días después fueron derrotadas en el Puente de Boyacá, dando la victoria al general Bolívar.
Estas aguerridas gentes organizadas en milicias tuvieron el apoyo de las poblaciones vecinas de Charalá, Coromoro, Cincelada, Ocamonte, Riachuelo y Encino en protesta y levantamiento por el fusilamiento, el 28 de julio, en la población de El Socorro, de la de la líder, Antonia Santos Plata, quien junto con su hermano, el capitán Salvador Santos, comandaba las gentes La Niebla, y quien fue “ajusticiada” junto a otros milicianos.
El gobernador chapetón, coronel Lucas González, había recibido la orden de Barreiro de trasladarse a Cerinza para atacar la retaguardia del ejército patriota comandado por El Libertador Simón Bolívar. El 29 de julio, cuando se había dado ya la Batalla del Pantano de Vargas, Lucas González se hallaba en Oiba, con más de 1000 soldados disponibles a cumplir la orden de reforzar el ejército realista, pero enterado de la revuelta de Charalá vuelve grupas.
El 4 de agosto llega y se da comienzo a la batalla que inicia en las orillas del río Pienta, y solo al mediodía logran los chapetones cruzarlo, dándose una batalla, casa por casa, en Charalá, donde son asesinados a mansalva aproximadamente 300 labriegos cuyas únicas armas eran machetes, garrotes y herramientas de trabajo. Fueron asesinados –la mayoría degollados− incluso dentro de la iglesia, en la que cae la niña, de 13 años, Helenita Santos Rosillo, sobrina del capitán Fernando Santos y de su hermana fusilada, Antonia.
Aunque la Batalla del Pienta, considerada una masacre, se perdió por el asesinato cobarde de 300 personas, el desarrollo de la misma impidió que las tropas realistas de Lucas González pudieran unirse a las de Barreiro, y ese hecho (que apenas empieza a vislumbrar la historia de nuestro país y a reconocer su importancia para la libertad de Colombia) permitió que el Ejército Libertador derrotara en Boyacá y sellara en buena parte la Primera Independencia tres días después, el 7 de agosto de 1819.
¡No fue en vano la heroica hazaña de los charaleños y sus vecinos!
La acción del Río Pienta, que debe ser recordada por todos los colombianos, y en especial por los santandereanos, en estos 204 años de nuestra primera independencia.
Cano, en medio de su investigación por profundizar sobre este acontecimiento, se encontró con las ruinas de la casona de Rafael Martínez García, personaje ilustre y erudito de la época, y allí una carta del último sobreviviente, Fernando Arias Nieto, comandante de las Milicias de Charalá.
En la misiva Arias Nieto le contaba, entre otras cosas, a su gran amigo Joaquín Gómez, “el dolor que sentía por la masacre de sus paisanos. Cómo se veía a la gente del pueblo correr y gritar, además de algunos detalles sobre el fusilamiento de Antonia Santos”.
Entre líneas la extensa carta narra: “Enfermo y atribulado me encuentro desde hace días, lo que quiero relatarle quizás abra en mi ser la luz y no solo esa libertad conquistada con la vida y las armas de mis paisanos, sino que saqué de mi alma esa desesperación que me embarga y pueda librarme de esas pesadillas que cada noche me atacan con horrorosas visiones. Sabiéndome perseguido por soldados para quitarme la vida”.
Escribir comentario